Aloe Vera
La planta que cura
FABRICACIÓN
Los procesos de fabricación de los extractos de áloe
medicinal han evolucionado mucho a lo largo de los siglos.
Así como antaño los árabes disponían la pulpa de las hojas
en
sacos de piel de cabra y la hacían secar al sol hasta que
quedara
reducida a una especie de resina, los socotrinos molían las
hojas secas, los colonos de Jamaica las hacían hervir en un
caldero y recogían su jugo muy concentrado. En Barbados, los
esclavos cortaban las hojas de la planta y las disponían,
con la
incisión hacia abajo, en un recipiente de madera donde el
jugo
se derramaba, antes de ser hervido y reducido hasta tener la
consistencia del azúcar de caña.
Actualmente, aunque la cosecha y preparación manual de las
hojas continúa aquí y allá, la mayor parte de las grandes
sociedades especializadas en el áloe han adoptado máquinas
modernas para proteger su producto de cualquier impureza.
Al comprobar que era el gel mucilaginoso el que tenía los
elementos más activos de la planta, los americanos han
puesto a
punto un proceso semi-automático de extracción de la pulpa,
evitando que surja cualquier presión que pueda mezclar la
aloína (11) y otras substancias químicas no deseables al gel
medicinal.
Pero la clave de un buen áloe no reside solamente en el
proceso de extracción sino principalmente en el método de
estabilización y de conservación del producto.
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(11) Recordemos que hay que diferenciar la savia amarillo/
rosácea presente
bajo la primera piel del aloe vera y que contiene la aloína
del gel translúcido
que forma la pulpa de su mucílago*.
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CONSERVACION
El gel blanquecino y translúcido de la pulpa del áloe es muy
inestable. Si se deja al aire libre se oxida muy aprisa y
este
proceso destruye la mayoría de sus propiedades terapéuticas.
Incluso puesto en el frigorífico, se altera rápidamente. Se
entiende pues de esta manera que el verdadero problema
expuesto en su comercialización fuera su estabilización.
Los investigadores que se han preocupado por este problema
han intentado primero exponer el gel a los rayos
ultravioleta.
Este proceso fue rápidamente abandonado puesto que
modificaba su composición química.
Se intentó también sin mucho éxito la pasteurización,
sometiendo al gel a temperaturas superiores a los 60º,
después
de haber añadido peróxido de hidrógeno.
Algunos adoptaron la técnica del secado en frío al vacío,
que
daba resultados bastante buenos, ya que el gel conservaba la
mayoría de sus propiedades una vez rehidratado; otros
optaron
por la técnica de la deshidratación en caliente, con
temperaturas
medias o muy altas. Se preconizó también la irradiación,
pero
como para la fruta y las legumbres se renunció rápidamente a
este proceso, del que no se conocen aún todas las
consecuencias en el organismo.
En cualquier caso, ¡ ninguno de estos métodos permitía
conservar las propiedades naturales del gel así tratado, en
particular todas sus vitaminas y sus enzimas, principales
valores del producto ! Era pues necesario encontrar el
proceso
ideal que permitiera estabilizar el gel sin destruir los
enzimas.
Fue Bill Coats, fundador de Aloe Vera of America quien
descubrió y patentó la técnica de conservación más perfeccionada
que existe actualmente. Consiste en dejar incubar el gel
dentro de
cubas, añadiendo vitamina C (ácido
ascórbico), vitamina E (tocoferol) y sorbitol para impedir
que
se oxide. Trabajando con temperaturas precisas (12) obtuvo
una
reacción química perfecta que permitió la conservación del
producto.
Fuente: Marc Schweizer
Aloe Vera
La planta que cura
Tradución Anna-Maria Ascolies
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